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Mostrando entradas de junio, 2017

TOMAS Y EL VIENTO DEL SUDESTE

Tomás tenía once años. Era flaco y morocho, con el pelo negro y los ojos grandes. Eso dicen. Cuando avisaron por la radio de la sudestada salió corriendo hacia la playa. Las precauciones de los mayores sobre la sudestada no le importaban. Pocas cosas, en realidad, le importaban. Tomás era ensimismado. Verdad. Pero no tanto como para hacer pensar que algo anduviera mal en su cabeza. En el colegio no le iba mal. Tampoco bien. Dibujaba mucho en los espacios libres del cuaderno. Ya hacía unos años –dos años- la maestra llamó a su mamá y le habló sobre los dibujos. Siempre dibujaba lo mismo: un chico con alas. No un ángel, como pensó la madre. Dijo: “dibuja ángeles”. Y la maestra le hizo notar que los ángeles no usan zapatillas ni pantalones vaqueros. “Y qué es, entonces” La maestra, que se llamaba señorita Lucrecia, le acercó el cuaderno de Tomás para que mirara bien. Ella bizqueó y después la miró sin entender. “Es él”, dijo la señorita Lucrecia. “Se dibuja él mismo